Al iniciar cada día de trabajo, debo poner mi mejor esfuerzo para afrontar las situaciones que se presentan con los estudiantes, y que están en mis manos; hay como todos lo sabemos cosas muy sencillas, pero hay otras que escapan de mis posibilidades, aún así un consejo, o simplemente el escucharlos, les ayuda a organizar sus ideas y hace que ellos mismos encuentren soluciones viables, pienso que lo peor que los adultos podemos hacer con los jóvenes, es resolver sus problemas, más bien creo que debemos estimularlos para que ellos aprendan a tomar sus propias decisiones y soluciones, pues ello les hará madurar, y a la larga enfrentar problemas importantes que deban resolver en sus trabajos, o mejor aún en sus vidas; hay pequeñas cosas que alegran el día quizá el chiste que me van a contar, la expresión de sus caras, o las inimaginables ocurrencias que tienen los jóvenes.
Conforme pasa el tiempo me percato si tienen ánimos o no para continuar la sesión. Jamás les digo alumnos, porque el significado etimológico de esta palabra me disgusta (sin inteligencia); les digo “estudiantes”, “hijos de Dios”, “jóvenes” o los llamo por su nombre, trato de que mi relación con ellos sea cordial, y creo que estas palabras y actitudes me han permitido romper las barreras de comunicación docente - estudiante. Así, en un ambiente más grato, el tiempo pasa y generalmente casi siempre cumplo el objetivo de la clase.
Para mí, es importante que un estudiante se sienta a gusto con el profesor, pues ello facilita el acercamiento que permite que el joven se sienta en confianza para preguntar, y eso es valiosísimo para que uno sepa que está haciendo mal o bien, es una forma muy eficaz para mejorar continuamente nuestra labor educativa, creo que hasta ahora la confianza no se ha confundido con la falta de respeto o el abuso de confianza, aunque debo decirles que en más de una ocasión se han querido ir por ese lado y es a veces complicado marcar ciertos límites sin ser impositivo.
La palabra alumno no quiere decir sin inteligencia.
ResponderEliminarLo probable es que derive de la raíz indoeuropea al–, cuyo significado se relaciona con alimento y con desarrollo y de la terminación –mno, que da a la palabra el carácter de participio.
Entonces, alumno sería quien es alimentado o se encuentra en desarrollo.
Por supuesto que la visión del proceso enseñanza – aprendizaje como un acto en el que una parte proporciona alimento y la otra lo recibe, ya no es muy aceptable. Pero en mi opinión, todavía es válido el considerar que el estudiante alimenta su mente y su inteligencia, aun cuando esto no sea un acto pasivo.
Las criaturas de meses empiezan a tomar entre sus manos el biberón, cogen la cuchara y el alimento y se llevan a la boca todo lo que pueden. Esa es su manera de explorar el mundo y de irse formando una imagen propia de él. De un acto casi totalmente pasivo (no del todo, puesto que requiere la acción de mamar) el alimentarse se convierte en un hecho cada vez más autónomo.
Pero todo proceso educacional requiere de la participación de quienes han alcanzado un mayor grado de conocimiento y de destreza junto a quienes aun están en el proceso de lograrlo, aun cuando reconozcamos que todos los involucrados en él, se nutren y crecen.